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Mercromina y Mercedes

Fernando A. Navarro es médico y traductor médico. Es autor del conocido "Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina", publicado por McGraw-Hill Interamericana.
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Parentescos sorprendentes
Por Fernando Navarro

 

mercurio y Mercedes

En la última entrega de esta serie he comentado el parentesco existente entre la palabra latina merx, mercis (mercancía) y el metal líquido que empleamos en termómetros y esfigmomanómetros. Además de su uso diagnóstico, el mercurio se ha utilizado también en medicina con fines terapéuticos, si bien de forma relativamente reciente, pues los médicos grecorromanos desconocieron su valor, y los médicos árabes lo ensayaron únicamente para algunas afecciones cutáneas. Paracelso fue el primero en usarlo por vía interna, convirtiéndolo en uno de los principales remedios contra la sífilis, hasta que fue desplazado por el bismuto en 1884; después, por el salvarsán de Ehrlich en 1908 y, a partir de 1940, por la penicilina.

Aunque hoy el mercurio ha perdido gran parte de su importancia terapéutica, se empleó durante siglos como ingrediente de muchos diuréticos, antisépticos, ungüentos cutáneos y laxantes: todavía llamamos mercuriales a los medicamentos que contienen mercurio, como los famosos desinfectantes merbromina (Mercurocromo, Mercromina, Yocrom) y tiomersal (Merthiolate). Llamamos además mercuriosis o mercurialismo a la intoxicación crónica por mercurio, frecuente antaño durante el tratamiento de la sífilis.

Directamente emparentada con merx, mercis está también la palabra latina merces, mercedis, que inicialmente designaba el precio de una mercancía, pero adquirió pronto el sentido de precio pagado a una persona o salario. Un mercenarius era, pues, el que trabajaba por una paga; vamos, lo que hoy llamaríamos un asalariado. El empleo de tropas ajenas al Estado estuvo muy extendida en la Antigüedad, de modo que ya en la antigua Roma se llamaba también mercenarius a los soldados a sueldo, y ésta es la acepción que hoy conserva mercenario en castellano.

Afín a la acepción de salario es también el uso de merces en el sentido de recompensa, favor o gracia que se hace a alguien gratuitamente, como el actual merced. Idéntico origen tienen el francés merci (gracias), el francés remercier (dar las gracias), el italiano chiedere mercè (solicitar la gracia de alguien) o el inglés mercy (piedad, misericordia; como en "estar a la merced de alguien"). Entre las advocaciones de la Virgen que más devoción suscitan en España se halla precisamente Nuestra Señora de la Merced, patrona de Barcelona (Mercè). De ahí que, junto a otros nombres marianos como Carmen, Dolores o Pilar, Mercedes sea uno de los nombres de mujer más típicamente españoles.

Y ese nombre tan español recibió en 1889 una niña vienesa, Mercedes Jellineck. Diez años después, su padre Emil, cónsul de Austria en Niza y apasioonado del automovilismo, ganó al volante de un Daimler la carrera Niza-Magagnon-Niza, en la que se había inscrito con el nombre de su hijita Mercedes como seudónimo. Empresario audaz, decidió hacerse vendedor de automóviles, colaboró con Gottlieb Daimler en el diseño del primer automóvil moderno y aceptó hacerse cargo de la producción completa de un año (36 vehículos, por un valor total de medio millón de marcos de oro de la época), con dos condiciones: los derechos exclusivos de venta en Austria, Hugría, Francia, Bélgica y los Estados Unidos, y que el nuevo vehículo recibiría el nombre de su hija.

El modelo tuvo un éxito arrollador, de modo que el nombre Mercedes, registrado en 1902, se convirtió en la marca de todos los automóviles fabricados por Daimler. Por este motivo, Mercedes es hoy uno de los nombres españoles más universales. Hasta el punto de que, cuando en Centroeuropa o en los Estados Unidos, comento que mi hermana se llama Mercedes, me contestan siempre sorprendidos: ¡pero a quién se le ocurre ponerle a una niña nombre de coche!